Este lunes 8 de marzo celebramos a la mujer y la misión indispensable que ella realiza para el bien de la sociedad, en las diversas dimensiones de su vida: madre, esposa, trabajadora, abuela, lideresa, política, entre otras tantos roles que desempeña.
Damos gracias a Dios por el genio femenino, por su capacidad de hacer hermoso este mundo, al cuidarlo y mantenerlo vivo. También damos testimonio, de que en muchas comunidades su liderazgo sostiene la vida y misión de la Iglesia.
Pero dar gracias y rendir homenaje no es suficiente. El Papa Francisco nos desafía a tomar las tareas pendientes con las mujeres en la Iglesia y en la sociedad. El rostro femenino del cristianismo, da respuesta hoy a las demandas sociales que también buscan reivindicar la dignidad y el aporte de la mujer, pero hace falta aún más para que puedan desarrollar su protagonismo a plenitud.
Para nadie es sorpresa el drama que viven miles de personas en el mundo lleno de contrastes sociales, económicos, políticos, ambientales, culturales, donde las principales víctimas son las mujeres y los niños. En medio de esas tensiones hay una deuda social y eclesial con las mujeres en los distintos espacios de la sociedad.
Mujeres de Dios. Mujeres amadas por Dios. Mujeres llamadas por Dios. Permítanme, invitarlas a ser fieles a ese Dios que las llamó. Ayuden a su Madre-Iglesia a ungir y sanar las heridas que todos de una u otra manera hemos abierto u ocasionado a la humanidad.
Exhortamos a las mujeres católicas a que sin miedo, iluminen con su protagonismo la realidad social, política y económica, para que contribuyan a transformar la violencia y la discriminación en oportunidades de equidad.
¡Gracias a la mujer en Panamá!