Abuso a los menores es un grave pecado social y un delito irracional

Raul VenceNoticias

Los albergues de inspiración católica, el Consejo de Pastoral Social-Cáritas, la
Pastoral Familiar y Movimientos de Familia de la Iglesia Católica, estamos
convencidos de que el abuso físico, psicológico y sexual contra la niñez y la
adolescencia en las familias y en las instituciones públicas y privadas, es un grave
pecado social, además de un delito irracional.
Estos niños, niñas y adolescentes ya viven una tragedia por no contar con sus
padres en un hogar estable. Revictimizarlos en su cuerpo, su mente y su espíritu,
mientras permanecen en las casas de acogida, resulta depravado y se constituye
en un fuerte clamor al cielo y a toda la sociedad. Como Iglesia, reiteramos nuestra
tolerancia cero ante estos actos abominables, y nos unimos a las voces que exigen
sancionar con rigor a los responsables.
Lo más grave es que estos hechos no son nuevos. Han estado pasando por lustros
en nuestra sociedad, sin que se hiciese nada para enfrentar con valor y
contundencia la situación.
Sabemos que personas con intensiones malsanas se infiltran en lugares donde la
niñez y la juventud es vulnerable. Por eso debemos como nación propiciar la
reingeniería que haga posibles instituciones que garanticen mecanismos más
estrictos para evitar que abusadores sexuales, traficantes, y gente del mal vivir,
puedan tener acceso a los niños, niñas y adolescentes.

En estos momentos se demanda de las autoridades dar a conocer la verdad de las
acusaciones, y llevar adelante un proceso de investigación donde debe prevalecer
la justicia y la transparencia, sin revictimizar a los niños, niñas y adolescentes que
se encuentran protegidos en los hogares actualmente.
Es fácil pedir a otros que hagan la tarea. Como Iglesia, sin embargo, sabemos que
no podemos mirar hacia otro lado. Por eso, con el interés de reforzar y adecuar los
centros y hogares de niñez y de ancianos inspirados por la doctrina católica, hemos
establecido un equipo de acompañamiento permanente. Vivimos tiempos de una
cultura que se ha acostumbrado a levantar las manos y decir “me rindo”. La Iglesia,
por inspiración de su Maestro, se ofrece a caminar junto a los niños, niñas y
adolescentes –y sus cuidadores–, y pide a Dios la fortaleza necesaria para insistir
en un mejor camino, y no dejarlos solos, aunque el viento sea contrario.
Hacemos un llamado a todos quienes han mostrado de diversas maneras su repudio
a estas denuncias, para que nos unamos y podamos lograr una Política de Estado
de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, especialmente los más
vulnerables.
En todo este escándalo nos hemos concentrado en encontrar culpables, pero pocos
nos preguntamos qué ha sido de los niños y niñas abusados; dónde están las
criaturas de casas cerradas o suspendidas; cómo ayudamos a estos niños, niñas y
adolescentes para que no sean víctimas otra vez.
La mirada de los pequeños debería ser siempre alegre y confiada; sin embargo, con
frecuencia está llena de tristeza y miedo: ¡porque ya han visto y padecido
demasiado en los pocos años de su vida!

Demandamos que al abordar estas denuncias en los medios de comunicación y en
las redes sociales, lo hagamos pensando en buscar el bienestar de la niñez
vulnerable, y no solo levantar cadalsos. Que no sea aprovechada esta situación
para atacar o desinformar, porque a veces sin querer estamos abriendo heridas
nuevas en estos niños, niñas y adolescentes.
Impulsemos la revisión de las instituciones, no solo para atender las denuncias del
maltrato y abuso, sino también para elevar la calidad de la atención, y así encontrar
mecanismos de supervisión y programas actuales que permitan bienestar y
desarrollo integral de la niñez y la juventud en estos centros o albergues.
¡Unámonos todos para combatir cualquier forma de violencia! ¡Construyamos las
condiciones para que los pequeños puedan recibir como herencia de nuestra
generación un mundo más justo y solidario!