Homilía 510 años de la creación de la primera diócesis en tierra firme Santa María la Antigua

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MONS. JOSE DOMINGO ULLOA MENDIETA OSA ARZOBISPO PRIMADO 9 DE SEPTIEMBRE 2023 / CATEDRAL BASÍLICA

Celebramos hoy con gran alegría la fiesta de nuestra Madre y Patrona, Santa María la Antigua. Ella nos convoca un año más, porque quiere reunir a sus hijos entorno a sí, para expresarles su amor maternal.

Los invito, queridos fieles, a contemplar a la Virgen como “icono del amor de Dios”. Ella es imagen hermosa y nítida del amor a Dios y al prójimo. Honremos a la que nuestros queridos hermanos griegos la han llamado desde siempre “la theotokos”, “la Madre de Dios”, feliz expresión que, como declaración dogmática, dio el Concilio de Éfeso (431) a la Santísima Virgen María.

Ella la madre de Dios y Madre nuestra, nunca ha dejado de estar presente en nuestras vidas, y en la vida de la historia de esta Iglesia que peregrina en Panamá y en nuestra nación panameña.

A Ella acudimos desde hace 510 años, con plena confianza para presentarle nuestras súplicas personales y comunitarias, súplicas de cuantos han pasado durante estas novenas por esta casa de la Madre para saludarla, para encomendarse a ella y presentarle los ruegos que, con el alma anhelante, han ido desgranando ante su imagen.

El pueblo de Dios, guiado por el instinto de la fe, sabe que en María tiene amparo e intercesión ante su divino Hijo, que de Ella recibió nuestra humana naturaleza, para ser uno de nosotros y llevar a cabo la Redención del mundo por medio de su muerte y gloriosa resurrección.

Diócesis Primada de Tierra Firme
Esta fiesta litúrgica del nacimiento de la Iglesia en nuestro Istmo, a través de la creación de la Primera Diócesis en Tierra Firme, bajo el patrocinio y amparo de Santa María la Antigua, nos permite no solo conocer, sino profundizar en la importancia de este acto eclesial y jurídico.

Para comprender mejor la importancia de este acontecimiento es necesario trasladarnos mentalmente a aquellos tiempos en que para los europeos y para la Iglesia era un nuevo continente.

Si bien es cierto que en 1511 se habían creado las tres primeras Diócesis de América -Santo Domingo, la Vega y Puerto Rico-, éstas se encontraban en las islas del Caribe. Una vez fundado el primer asiento de los españoles en la tierra firme del continente, en los territorios del Cacique Cémaco, el Rey Fernando V pidió al Papa León Décimo, que creara un obispado, para iniciar desde allí una gran tarea: anunciar a Jesucristo al resto de las poblaciones de este gran Continente cuya forma, extensión y población se ignoraban.

Cuando el primer Obispo, Fray Juan de Quevedo, llegó al pequeño poblado llamado Santa María la Antigua, en honor a la Santísima Virgen venerada en Sevilla, es recibido con alegría y esperanza por el grupo de moradores indígenas y españoles. Luego, ellos encabezados por el alcalde mayor Vasco Núñez de Balboa, llegan al rancho–capilla, dedicado a Santa María la Antigua, ya convertida en la primera Catedral de Tierra Firme, donde se canta el TEDEUM.

De esta forma se abre así una nueva página para la historia civil y eclesiástica del Continente recién descubierto. Se fundó el 9 de septiembre de 1513, la primera Diócesis en Tierra Firme de América, cuya sede se traslada a la nueva ciudad en 1519; en 1671, la ciudad es destruida por el pirata Morgan. En 1673 se bendice el nuevo lugar donde será la sede de la nueva Catedral, para su posterior traslado. Este año hemos celebrado los 350 años de este acontecimiento. No hay duda, que la Diócesis siempre ha estado unida en el caminar de la muy noble y leal ciudad de Panamá.

Esta Iglesia particular de Santa María la Antigua, que comprendía un Continente desconocido, empezó a multiplicarse cuando se crearon otras Diócesis: el 2 de septiembre de 1530, la Diócesis de México; el 21 de junio, la Diócesis de Coro, Venezuela; el 13 de noviembre de 1543; la Diócesis de León Nicaragua; el mismo año, se creó la Diócesis de Guatemala; y así sucesivamente fueron naciendo las casi dos mil Iglesias que se encuentran hoy en el Continente Americano.

Por eso, hoy es un día grande para todos los panameños, porque tenemos la dicha y el honor inmerecido de pertenecer a esta Iglesia que nació bajo la protección de Santa María la Antigua, un 9 de septiembre de 1513.

Este lugar santo, ha sido testigo de grandes acontecimientos como son: Nuestra independencia del Reino de España y la Separación de Panamá del Proyecto Bolivariano de la Gran Colombia. Es oportuno hacer una aclaración, que nos permite recuperar la memoria histórica. Nuestro Istmo Panameño, no se unió a un territorio sino al gran ideal de Simón Bolívar de hacer una América unida, a través de lo que llamó “La Gran Colombia”.

La Gran Colombia establecía un gran Estado dividido en tres ‘departamentos’: Cundinamarca (la actual Colombia), cuya capital era Bogotá; Quito (actual Ecuador), con su capital homónima, y Venezuela, con capital en Caracas. La capital de todo el estado sería una nueva ciudad llamada ‘Libertador Bolívar’. Y fue este el ideario que abrazó y se adhirió el Istmo panameño posteriormente.

Nuestro país se constituyó el escenario para la concreción del máximo sueño del Libertador, quien en 1815 expresó desde Jamaica: «¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que Corinto para los griegos!… Ojalá que un día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso…». Bajo esta perspectiva, Bolívar anhelaba el entendimiento entre todos los países y buscaba la unidad del continente.

Al disolverse este proyecto político de la Gran Colombia, y ante la precaria situación en que nos mantenían, Panamá decide separarse el 3 de noviembre de 1903. Esta es la verdad de nuestra historia que debemos conocer, respetar y hacer que se respete.

Ahora como Nación independiente y soberana, estamos en esta Catedral Basílica Primada de Tierra Firme, en la casa de nuestra Madre, Santa María la Antigua. Casa, donde Ella nos espera y acoge siempre, a todos sus hijos sin distinción alguna, porque como buena Madre, nos quiere a todos, sobre todo a los que viven momentos difíciles en sus vidas.

Hoy con gran sentimiento podemos expresar: Gracias querida Madre, que unes a los panameños sin distingos; gracias por poder experimentar tu ternura y cariño de madre. Gracias porque nos escuchas y ayudas en los momentos difíciles y dolorosos de nuestra vida. Gracias porque hemos sentido tu presencia de madre en las actividades apostólicas, en nuestros trabajos y profesiones, y en las relaciones con la gente con quienes nos relacionamos diariamente.

Danos tu ayuda para saber apoyarnos los unos a los otros, como buenos hermanos; y a vivir como cristianos, como hijos de Dios e hijos tuyos. Sabemos que esta es la mayor alegría de una madre: Ver que sus hijos se quieren, se ayudan y viven muy cerca de Dios.

Realidad Nacional
Permítanme algunas palabras sobre el momento que estamos viviendo en el país. Antes de hacerlo quisiera aclararles cuál es el rol de la Iglesia cuando habla y orienta, quiero hacerlo a través de las palabras del Papa Francisco. Nos dice el Santo Padre: La Iglesia no debe ser como «una niñera que cuida al niño para que se duerma». Si así fuera, sería una «Iglesia adormecida». Quien ha conocido a Jesús tiene la fuerza y el coraje de anunciarlo. Del mismo modo, quien ha recibido el bautismo tiene la fuerza de caminar, de ir hacia adelante, de evangelizar. Y “cuando hacemos esto la Iglesia se convierte en madre que genera hijos», capaces de llevar a Cristo al mundo. (Papa Francisco, abril del 2013).

Tampoco la Iglesia es un juez, que viene a juzgar las actuaciones de los funcionarios, de los políticos o de los ciudadanos. La Iglesia, como Madre y Maestra, está llamada al anuncio de la Buena Noticia para que cada uno descubra su dignidad de hijos de Dios, y que en libertad de los hijos de Dios puedan elegir su camino siendo conscientes que cada decisión trae consecuencias.

La crisis que estamos viviendo en Panamá no es simplemente económica. Es una crisis moral, una crisis de valores, valores que en otrora daban sentido a nuestra democracia, pero que ahora están desapareciendo de la escena pública.

Reiteramos una vez más la necesidad de recuperar caminos de diálogo para el bien de todos y evitar peligrosas polarizaciones. Las discusiones estériles que se han apoderado de nuestra sociedad, impidiendo avanzar hacia la toma de decisiones necesarias que permitan a nuestro país caminar hacia un mejor futuro, no pueden seguir.

Ahora que se habla de posibles alianzas electorales, en vez de preocuparse por sumar más votos para ganar, estas conversaciones deben tener como centro su preocupación en lograr la justicia social que demanda nuestro pueblo, en presentar proyectos de Estado que sobrevivan a los gobiernos, que contemple la educación, la salud, las viviendas, las oportunidades laborales de calidad, para que todos gocen de una vida digna. Existen los recursos económicos para esto, solo que están mal distribuidos.

Respetados candidatos, ustedes son conscientes que se ha deformado la vocación política, en el arte del buen servir al pueblo. Hay que volver a rescatar su identidad, su objetivo en buscar el bien común, de preocuparse principalmente de una economía más humana, que cierre esa brecha de desigualdad existente.

Y nosotros electores debemos estar conscientes que en nuestros votos está la responsabilidad de elegir bien, pero lo más importante es tener una participación ciudadana más activa y permanente, más allá de las elecciones. No dejemos en manos de unos pocos el destino de quienes somos la mayoría.

Que la celebración de la eucaristía nos lleve a trabajar por hacerla realidad.

Que impere la Sinodalidad
En la Iglesia Católica Universal estamos viviendo la experiencia de la sinodalidad, que se concretara en próximo Sínodo de los Obispos a realizarse en Roma, en el mes de octubre de este año. Saludamos a nuestros representantes, monseñor Edgardo Cedeño y la Hna. Dominica de la Presentación, Rosemary Castañeda.

La preparación del Sínodo de la Sinodalidad, nos ha colocado en una actitud de escucha activa, donde hemos escuchado aquello que no nos gusta, que nos incomoda, algunas con asideros y otras no. Toda esta experiencia nos ha ayudado a desinstalarnos, a ponernos en crisis, para replantear nuestra acción pastoral, sin desvirtuar el mensaje central de Jesucristo.

Este es un proceso sinodal, que no es nuevo ni acaba con la realización del Sínodo, pero que es urgente y necesario recuperar para devolver a la Iglesia el rostro misericordioso de Dios Padre, que hemos desfigurado al alejarnos del desvalido y del necesitado.

Sigamos pidiendo la intercesión de nuestra madre, Santa María la Antigua, para que nos anime como animó a los discípulos en el Cenáculo, para que no tengamos miedo en proclamar la verdad de la Salvación, que para los cristianos es Jesucristo: camino, verdad y vida. AMÉN.

Gratitud por apoyo a la Gran Rifa Solidaria
Queremos aprovechar la oportunidad para manifestar nuestra profundad gratitud al pueblo panameño, que se sumó vendiendo y comprando los boletos de la Gran Rifa Solidaria de la Campaña, que se jugó por segunda vez, el pasado domingo 3 de septiembre.

Como se ha comunicado el boleto del primer premio nadie lo adquirió. Los boletos ganadores del segundo y tercer premio, quedaron en las parroquias Santa Marta y San Lucas y en este día le haremos entrega de sus premios.

Nuevamente gracias por su apoyo y les recordamos que en sus hogares está la alcancía que debe recordarnos que gracias a lo que damos económicamente, estamos ayudando a las obras de misericordia de la Iglesia, que están dedicadas a las personas desamparadas y necesitadas. No olvides cristiano… La Iglesia eres Tú.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ