Nos encontramos reunidos en este templo histórico, que ha vivido los dolores y las alegrías de nuestro pueblo a lo largo de tres siglos, para poner a los pies de Dios nuestro país, y le oramos no para que mágicamente se resuelva la crisis que estamos viviendo, ni tampoco para adormecer las conciencias de los ciudadanos.
Estamos convencidos que orar por Panamá es hacer también Patria, pues la suma de la oración llena de fe de cada uno de los panameños y panameñas, es la gran fuerza para conseguir la paz que tanto necesita nuestro país.
Estamos aquí para disponer nuestros corazones para recibir la gracia de Dios con la esperanza de que transforme nuestras actitudes, actuaciones y, sobre todo, motivaciones.
Hemos venido a sanar a la Patria, de nuestras heridas históricas acumuladas por más de cincuenta años, tiempo en el que no hemos sido capaces de transformar un sistema y un modelo de desarrollo que responda al querer y sentir del pueblo, especialmente al más excluido y necesitado.
Hoy oramos por nuestras autoridades gubernamentales, por los responsables de la economía, por los dirigentes, sindicalistas, por los empresarios, por los jóvenes, por todos los que tienen la capacidad de transformar los destinos de la Patria.
Una patria en la que sus hijos hoy se encuentran enfrentados, en medio de sus justas protestas, pero que no deja de doler ver que se hieran con odio, o se abandonen con indiferencia.
Nos duele las muertes innecesarias de Agustín Morales, Tomás Milton Cedeño García, de Iván Rodríguez y Juan Vega Méndez, que se dieron en torno a las justas reclamaciones del pueblo que se ha manifestado pacíficamente en su rotundo no a la minería.
Al rezar juntos la Oración por la Patria, nos hemos de comprometer a construir la paz que necesita Panamá, con la inteligencia intelectual y emocional; y con la intrepidez propia de los hombres y mujeres de bien, que creemos que Jesús es el Señor de la Historia y que ilumina nuestro caminar, a pesar de estos derroteros oscuros de desconfianza, de descalificaciones.
Por eso, ahora más que nunca, es necesario cuidar la democracia como sistema político, con el compromiso de perfeccionarla y fortalecerla constantemente para que sirva al bien común.
Ya se ha constatado, la democracia decrece porque los vicios, las corrupciones e ineficacias, llevan a quienes detentan el poder político y económico a distanciarse de los ciudadanos y sus principales problemas.
Pero para fortalecerla, es fundamental encontrar en la misma democracia los recursos e instrumentos para abordar los desafíos, a menudo graves, de nuestra convivencia y progreso, renunciando absolutamente a la violencia política y al quiebre institucional como solución de nuestras divergencias.
Y es aquí, donde la fe cristiana es uno de los fundamentos de nuestra patria, incluso en medio de una cultura plural, porque nos recuerda el primado del amor: «Por encima de todo prevalezca el amor, que es el vínculo de la unidad» (Colosenses 3,14).
Orar por Panamá es hacer también Patria, porque el Señor de la historia vive y está presente en la historia del pueblo panameño.
Juntos oramos para ser capaces de construir un futuro en el que la historia dolorosa no se repita y donde la convivencia sea fundamentada en el respeto mutuo, la paz y la justicia social.
“La Patria es un don, la Nación una tarea”. AMÉN.
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ
