ORACIÓN RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ A NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA COMO PATRONA DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ

Raul VenceNoticias

Santísima Virgen María, te proclamamos y te aceptamos una vez más como Madre de Dios y Madre nuestra.
Acoge hoy nuestro clamor y abraza, en el amor de Madre, a todos los que habitamos en esta Patria e imploramos tu protección.
Tú has caminado siempre con nosotros, desde los albores de la primera evangelización, brindándonos tu amparo maternal bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua.
A ti, Santa María la Antigua, nos abandonamos a tus manos maternales y a tu Corazón Inmaculado y al Sagrado Corazón de Jesús, Tu Hijo, Médico de las almas de esta Iglesia que peregrina en Panamá.
En esta singular hora de sufrimiento de la humanidad; Señor Jesucristo asiste a Tu Iglesia, inspira a los gobernantes de las naciones; escucha a los pobres y a los afligidos; enaltece a los humildes y a los oprimidos; sana a los enfermos y a los pecadores; levanta a los abatidos y a los desanimados; libera a los cautivos y prisioneros; y líbranos de la pandemia que nos afecta.
Te suplicamos en esta singular hora de sufrimiento; ampara a los niños, a los ancianos y a los más vulnerables, conforta a los médicos, a los enfermeros, a los profesionales de la salud y a los voluntarios cuidadores, fortalece a las familias y refuérzanos en la ciudadanía y en la solidaridad, sé la luz de los moribundos, acoge en Tu reino a los difuntos, aleja de nosotros todo mal y líbranos de la pandemia que nos afecta.
Acepta la consagración de Tu Iglesia que  se entrega a la protección del Corazón Inmaculado de María.
A ti Madre Santísima consagramos nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras instituciones, a todos los habitantes en este pequeño Istmo.
Que Panamá, tu pueblo amado, sea capaz de encontrar la comunión, la fraternidad y la paz, que vuelva a sus raíces de ser un pueblo noble y solidario.
Guarda amorosamente en tu corazón de Madre a este pueblo panameño que hoy te invoca con gran confianza, como intercesora ante Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

Por eso Yo, Rafael Valdivieso Miranda, Obispo de Chitré: Coloco a tus pies nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Ven a nuestro auxilio para que recuperemos nuestra fe en nosotros mismos; que confiemos en que Dios nos ha elegido a lo largo de nuestra historia para marcar la diferencia en momentos difíciles.
Bendice y acompaña a nuestros obispos, sacerdotes, a las personas consagradas y a todo el pueblo de Dios, para que con su testimonio contribuyan a dar esperanza en la construcción de un país y un mundo mejor.
Te pido que fortalezcas a las familias panameñas, para que siendo santuario de la vida estén siempre abiertas a acogerla como don de Dios y a defenderla desde la concepción hasta la muerte natural.
Que nuestras familias, sean verdaderas “Iglesias domésticas”, celosas del cuidado de los hijos; que sea formadora de una generación de buenos cristianos y responsables ciudadanos, que tengan amor por la verdad; amor a Dios y sensibilidad ante el sufrimiento del prójimo, especialmente de los más necesitados.
Por eso Yo, José Luis Cardenal Lacunza, Obispo de David: Te pido Madre, que protejas a nuestros gobernantes, dirigentes políticos y líderes sociales, para que, con sabiduría y prudencia, a pesar de sus diferencias, sean capaces de poner en el centro la dignidad de las personas y busquen el bien común.
Que comprendamos que el poder es servicio al prójimo, y vivir con la pasión de trabajar por el bien común, donde la persona esté en el centro de las políticas sociales, para garantizar no sólo su desarrollo material, sino dando los fundamentos para su desarrollo moral y espiritual.
Por eso Yo, Manuel Ochogavía Barahona, Obispo de Colón-Kuna Yala: Te suplico por la juventud en Panamá; que suscites en ella la generosidad de responder a la voz de tu llamada, para que descubran su proyecto de vida; y que con su vitalidad y energía renueven la unidad y la esperanza en la sociedad.
Que  nuestros jóvenes, que son el ahora de Dios, tomados de la mano de sus abuelos, de sus mayores, valoren esta sabiduría de la experiencia vivida, con las que podrán ser protagonistas de las transformaciones en la Iglesia y en la sociedad.
Por eso Yo, Audilio Aguilar, Obispo de Santiago: Ante el Corazón Inmaculado de María, te entregamos el sufrimiento de quienes se sienten solos y abandonados, padeciendo en el cuerpo las angustias de la enfermedad, la falta de libertad o la esclavitud del vicio; por los privados de libertad y por la gente que vive en calle.
En estos momentos, te colocamos en tu manto a quienes padecen los efectos de esta pandemia; a quienes han fallecido por el coronavirus y a sus familiares. Sé tu, oh Madre Purísima y Misericordiosa, consuelo en la tribulación, alivio en el dolor y fortaleza liberadora del pecado.
Por eso Yo, Pedro Hernández, Obispo de Darién: Oh Madre, Nuestro Padre nos hizo administradores de la Creación, te pido que nos alientes a cuidar nuestra casa común para que todos compartamos los bienes naturales con responsabilidad y cuidado.
Te pido tu intercesión para que vivamos una profunda conversión interior, que nos permita renovar nuestras relaciones con Dios, entre nosotros y con el mundo creado.
Que los dones ecológicos con los que nos ha bendecido Dios, podamos preservarlos para las presentes y futuras generaciones, teniendo presente  que tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger a todas las personas, que son parte de la creación, especialmente aquellas que están en situación de pobreza.
Por eso Yo, Edgardo Cedeño, Obispo de Penonomé: Madre Celestial, te suplico que nos protejas de la pandemia del coronavirus, sálvanos de la tentación de la discordia; de la indiferencia y la discriminación. Asiste a nuestras autoridades sanitarias, y demás funcionarios que arriesgan su salud para preservar la nuestra.
Madre, que tomemos conciencia de nuestra responsabilidad de cuidar la salud del otro, de mi familia, de nuestros seres queridos, como la del resto de la sociedad. Que, en gratitud, seamos portadores de palabras de aliento para quienes hacen esfuerzos por combatir esta pandemia.
Por eso Yo, José Domingo Ulloa Mendieta, Arzobispo de Panamá: Consciente de la autoridad otorgada por el pueblo al mandatario, te pedimos bendigas y fortalezcas al Señor Presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen, a la ministra de Salud, a la Caja de Seguro Social, a los estamentos de seguridad, a todo su equipo de gobierno, y a los que laboran en el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud.
Guíalo para que, en medio de esta crisis sanitaria, en sus decisiones prevalezca la justicia social y la equidad; realice esfuerzos para fortalecer las instituciones públicas y devolverles la credibilidad y el respeto, valores tan necesarios para la convivencia pacífica de nuestra sociedad. 
Ponemos en tus manos amorosas, Madre Celestial, a los trabajadores de la salud: médicos, enfermeras, tecnólogos médicos, camilleros, aseadores de las instalaciones de salud, técnicos de enfermería, de laboratorio, farmacéuticos. Sostén y protege al personal que combate esta enfermedad, e inspira y bendice a los que trabajan para controlarla…. También a los trabajadores del aseo, recolectores, conductores, hormiguitas; a la Policía, los bomberos, los del Servicio Aeronaval, del Servicio Nacional de Frontera, del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC). A todos esos hijos tuyos que están exponiendo su vida, día a día, para que el resto de los panameños permanezcamos en casa.
Virgen María, vuelve a ellos tus ojos misericordiosos e intercede por ellos ante Tu Hijo, para el COVID-19 no les haga daño.
Que como familia humana, te pedimos Madre que nos permitas caminar juntos en la contención y atención de la pandemia, para salir adelante como país y como Iglesia.
Juntos Oremos:
Señor Jesús, nuestro Médico Divino, te pedimos que nos guardes y protejas
del coronavirus y de todas las enfermedades letales.
Ten piedad de todos los que han muerto.  Sana a todos los que están enfermos.  Ilumina a todos los científicos que están buscando un remedio.
Fortalece y protege a todos los asistentes sanitarios que están ayudando en estos momentos a los enfermos.
Dales la victoria a todos los responsables civiles que están intentando limitar el contagio, y dale la paz a todos los que tienen miedo y están preocupados, especialmente los ancianos y las personas en situación de riesgo.
Que tu Preciosa Sangre sea nuestra defensa y salvación.
Por tu gracia, transforma el mal de la enfermedad en estos momentos de consolación, crecimiento en la fe y esperanza.
Que temamos el contagio del pecado más que cualquier otra enfermedad.
Nos abandonamos con toda confianza en tu infinita misericordia. Amén