Quiero iniciar agradeciendo al pueblo panameño porque pudimos juntos lograr un proyecto país con la magnitud que significa la Jornada Mundial de la Juventud.
Un proyecto país que ha rendido frutos, muchos de los cuales no podremos nunca jamás contabilizar, como redescubrir en palabras expresadas por el Papa Francisco, quien impactado por la experiencia vivida en nuestro país, señaló que “el había conocido América, pero no Panamá” y que admiró como los padres de familia muestran con orgullo a sus hijos, como el mayor regalo que le han podido otorgar.
Y al final el Papa Francisco, nos redescubrió lo que somos por naturaleza “un pueblo noble”. Es indudable que las dos semanas antes y durante de la JMJ en Panamá, se vivió un ambiente de alegría, de solidaridad y fraternidad, en la que manifestamos como pueblo lo que somos.
Lo más impactante para los peregrinos fue la forma en que fueron acogidos por los habitantes de este pequeño país, se sintieron en familia y recibidos con la naturalidad de un ser querido y que llega a visitarlo.
Cómo contabilizar el hecho que durante casi tres años pero especialmente en esa semana fuimos noticia a nivel mundial, pero una buena noticia, que nos permitió mostrar que somos más que un canal; que en Panamá hay gente de esperanza, capaz de dar lo poco que tiene y compartirlo con alegría.
Si contabilizáramos el aporte de los medios de comunicación, de los privados de libertad, los hogares de acogida, y el trabajo de los miles y miles voluntarios, las cifras serían astronómicas. Gracias a todos ustedes por tanta entrega desinteresada y amor al país y a la Iglesia.
Gracias empresarios, patrocinadores y donantes por creer y confiar en este proyecto de juventud.
Gracias a todos, quienes directamente en la estructura organizativa de la Jornada Mundial de la Juventud estuvieron por dos años preparando la realización de este evento, pero sobre todo a nuestros sacerdotes sin quienes jamás podría haber sido posible realizar toda la acogida y acompañamiento de los miles de peregrinos.
Gracias queridos sacerdotes y Vida Consagrada, ustedes dieron vida a toda la planificación de la JMJ.
Gracias a las autoridades gubernamentales y al pueblo en general. Gracias muy especialmente aquellos a quienes son los héroes y heroínas anónimos, a ellos el Señor les tiene una recompensa especial, porque en el silencio hicieron posible este gran proyecto de la JMJ.
Y cómo no agradecer la convivencia fraterna entre las diversas comunidades de fe, con las que juntos pudimos ser parte de este proyecto a favor de la juventud, sin temor ni prejuicios.
Logramos ser la jornada de las periferias, existenciales y geográficas. Porque estamos convencidos de lo que los jóvenes pueden hacer con oportunidades.
Lo demostraron en esta JMJ donde fueron los protagonistas en la organización de la misma. Ahora contamos con una pastoral juvenil y movimientos juveniles más fortalecidos.
Ahora la Conferencia Episcopal Panameña ha declarado un Trienio Juvenil Vocacional, para ir acompañando a la juventud en su empoderamiento para las grandes transformaciones que requiere la Iglesia y nuestro país. Seguimos adelante.